Enhorabuena, señor Sánchez, pues es usted el nuevo Presidente de España, fin que lleva persiguiendo desde hace mucho tiempo. Comprendo que, en su situación, siendo un cadáver político al que no valoran positivamente ni los suyos, y habiendo tenido incluso que renunciar a su acta de diputado, no le quedaba a usted más que aferrarse a un pacto con el mismísimo diablo para poder gobernar. Era eso o volver a casa a hacer tortillitas liadas para la cena familiar. Por eso ha culminado sus pretensiones, aferrarse al sillón presidencial como lo hace el más execrable de los piojos al cabello, con la única finalidad de medrar.
No ha dudado en aliarse con los hermanos políticos de los asesinos de ETA, que tantas desgracias y víctimas han dejado en España, en esta España que usted y, principalmente sus socios en esta vergonzosa maniobra, a buen seguro, destruirán.
Tampoco le ha temblado el pulso en aliarse con el brazo más radical del independentismo y nacionalismo, esos mismos que siguen las directrices y las órdenes de un racista consumado.
No le importa a usted aliarse con populistas de medio pelo que siguen con su implícito: “haced lo que digo, pero no lo que hago”. Personas tan entrañables que son amigos cercanos de regímenes tan benevolentes como el venezolano o el iraní, países liberales y democráticos donde los haya.
Enhorabuena, señor Sánchez, porque pactando con la peor calaña, ha logrado usted sus objetivos.
Al resto de ciudadanos, queridos amigos, un minuto de silencio por la muerte del Estado español tal como lo hemos conocido.
Buena suerte, porque la que se nos viene encima va ser de órdago.
Y a ver si consigo que alguien me explique para qué demonios sirve la democracia, si los ciudadanos votan una cosa y los políticos hacen lo que les da la gana... Si esto pasara (pongamos) en el fútbol, se hubiera incendiado medio mundo con tal salvajismo, que hubiera hecho sonrojar al mismísimo Nerón.
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