Quería que este texto hubiera aparecido el Día de la Hispanidad, pero por razones de agenda, ha sido imposible. Llega un día después y bastante más resumido de lo que me hubiera gustado.
Últimamente, el movimiento progresista, indigenista, femi-nazi, comelechugas, masónico, pro-Soros, pro-Bildelberg y del cambio del clima climático, black lives matter y demás porquería fascistoide-izquierdista se ha empeñado en mentir (bueno, el adoctrinamiento en Iberoamérica viene sucediendo desde hace años y, lo que es peor, partiendo de las escuelas) y aseveran que la conquista española de América fue un holocausto de sangre en el que los españoles de entonces masacraron a diestro y siniestros a pobres indígenas para robarles. A esto se han sumado imbéciles irredentos como el presidente actual de México (con dos abuelas y dos apellidos españoles) o el mismísimo Papa Francisco. Bien, observemos algunos detalles, no ya históricos, si no que responden a la lógica.
1.- ¿Cuántos indígenas americanos quedan en América del Norte (tomada por ingleses, holandeses y franceses) y cuántos quedan en América Central y del Sur? Obviamente, no vemos tantos Cherokees, Navajos, Sioux, Apaches, etc., y los pocos que vemos, apenas se han mestizado con el hombre blanco (en este caso sí que fue “ocupador”) sino encerrados en reservas. Ahora pregunto, ¿cuántos indígenas quedan en América del Sur? La respuesta es bien sencilla, prácticamente todos. Y no solo están vivitos y coleando, sino que además, se mezclaron con los españoles.
¿Cuáles son las razones para esto? Sencillas, muy sencillas en realidad. Los españoles jamás han sido colonizadores. Es decir, España nunca tuvo colonias. Todos los territorios conquistados para la expansión del imperio eran territorios de ultramar y sus habitantes, por tanto, ciudadanos españoles con los mismos derechos, deberes y libertades que cualquier otro compatriota nacido, por poner un ejemplo, en el Reino de Castilla.
Otra razón fundamental (y que no despierta menos odios) es que los españoles de entonces eran católicos y no pensaban que los indígenas fueran seres inferiores, sino que poseían alma (esto parece una obviedad, pero es un dato importante) y, por tanto, eran hijos de Dios. Esto se opone radicalmente con lo sucedido en América del Norte, donde los indios eran considerados seres inferiores y, por tanto, poco menos que animales, sin derechos y sin posibilidad de salvación (una de las enormes diferencias entre la masonería, el protestantismo y el catolicismo).
Tanto es así, que la Carta de los Derechos Humanos se basa en las leyes promulgadas por Isabel la Católica para la protección e inclusión de los indígenas de América.
2.- “Vinieron para robar nuestros recursos”. Falso de nuevo. Como todos los imperios de la época, el objetivo de España era expandirse. Pero la diferencia es que España lo hacía de una manera parecida a como lo hacían los romanos clásicos, esto es: asimilando. Claro que los recursos de los territorios anexionados a la corona servían a la misma, pero no es menos cierto que redundaban en el beneficio de las supuestas tierras conquistadas también. No es que el oro y las piedras preciosas, la madera y las pieles fueran a España y no dejaran nada en las nuevas tierras de la corona. Por eso se construyeron colegios, universidades, hospitales, edificios, se les enseñó el idioma, las costumbres y se les integró en la vida española de la época. Las primeras universidades americanas son de construcción española.
3.- “Los indígenas vivían en una arcadia, donde todo era paz, amor y armonía con la naturaleza”. FALSO. El Imperio Azteca o el Imperio Inca eran dos de los imperios más sanguinarios que ha conocido la Historia de la Humanidad. Y de hecho, Francisco Pizarro o Hernán Cortés jamás hubieran podido derribar tan vastos imperios sin la ayuda de los indígenas locales. Para que nos hagamos una idea, el Imperio Azteca contaba con una población estimada de 19.000.000 de personas en 1520. Cortés arribó a las costas de México con 200 hombres y 4 caballos. Hagan ustedes números. ¿Qué sucedió? Que el resto de tribus indígenas, hartas de servir de esclavos, como sacrificios humanos e incluso de ser canibalizados por los aztecas, se unieron rápidamente a los españoles, en los que vieron una suerte de mesías salvíficos. Así es como las tropas de Cortés se vieron aumentadas en número por Toltecas, Olmecas, Totonacas, Chichimecas, Mixtecas o Zapotecas, tal era la opresión. Lo mismo sucedió contra el Imperio Inca.
4.- ¿Por qué entonces el ataque a Iberoamérica? Muy sencillo. En primer lugar por uno de los imperios que más odio y más mentiras han vertido sobre el entonces poderosos (y rival) Imperio de España, el Imperio Británico. Siempre se han encargado de mentir sobre su máximo rival de la época con mentiras que han calado hondamente y que son bien conocidas. La conquista de América no es diferente en este caso. De este modo, la Armada Invencible fue derrotada por los ingleses (MENTIRA) y los españoles masacramos a los indios en la conquista de América (MENTIRA).
Hoy, se suman otra clase de intereses políticos y económicos. Rusia, por ejemplo, desea una expansión de sus políticas, exactamente igual que China. Detestan, además, a España por ser una de las naciones que ha expandido el cristianismo con más éxito en la Historia de la Humanidad. Además, están esos recursos que se nos acusa permanentemente de haber expoliado a nosotros y, desgraciadamente, no es menos cierto que también hay una lucha por el control de las drogas ilegales.
5.- Todas las poblaciones con el nombre “San” son antiguas misiones españolas: Santa Bárbara, Santa Mónica, Santa Fe, San Francisco, etc. Y de hecho, de no ser por los misioneros y frailes españoles, muchísimos datos de las culturas indígenas se habrían perdido para siempre (lengua, costumbres, incluso algunas maneras de comunicación como la elaboración de tablas trenzadas con hilos de colores que se usaban para contabilizar diversas materias o contar breves historias). Ellos recogieron y tradujeron en sus escritos todas estas cosas, pues, como ya he explicado antes, no los consideraban seres inferiores y lo único que deseaban era cristianizarlos, pero en ningún caso destruir su pasado.
Créanme si les digo que podría seguir así un buen rato.
Pero, ¿quiere decir todo lo resumido y expuesto anteriormente que la conquista por parte del Imperio de España de hace quinientos años fue todo miel sobre hojuelas? Por supuesto que no. No voy a caer en el mismo error que el progresismo masónico y anticlerical. Seguro que se produjeron abusos. Seguro que se produjeron injusticias. Y, desde luego, con los ojos de hoy, es muy cuestionable que un pueblo pueda entrar en el territorio de otro para asimilarlo (REPITO: con los ojos de hoy). Por supuesto, pero no es menos cierto que la realidad dista infinitamente del presunto holocausto que nos quieren atribuir. ¿Qué aprovechan para ello? El profundo desconocimiento de la Historia que tienen allá y acá (por eso mismo los historiadores que cuentan la verdad son sistemáticamente acallados y vilipendiados. Afortunadamente, no son pocos los que reivindican su hispanidad). Por tanto, quieren hacernos sentir a los españoles de hoy avergonzados y acomplejarnos por un pasado que ellos (y solo ellos) se inventan según el interés de sus maquinaciones y, eso sí, con el silencio cómplice de nuestros actuales gobernantes y la mayoría de la oposición.
Ya hablaré en otro artículo de los pretendidos libertadores de América y esa otra oleada de mentiras que ha conducido a varios países a estar muchísimo peor de lo que estaban cuando formaban parte del Imperio de España, pero eso… eso es otra historia.
Las mentiras tienen algo en común: el tiempo siempre termina por desmontarlas.
Recordad: la verdad os hará libres.
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