Podéis encontrar más información en el blog de Lecturas Viajeras: http://www.lecturasviajeras.es/
Imagino que a estas alturas ya sabréis que Diario de un Cazador - Linaje fue escogido por el Proyecto Lecturas Viajeras de ARCE para su difusión en institutos de Cartagena, Cuenca y Málaga.
Entre otras actividades, propusimos un concurso de narraciones para los alumnos participantes en la iniciativa. Bien, pues ya tenemos los primeros resultados de nuestros jóvenes escritores. Iré colgando los relatos de cinco en cinco.
Os dejo sus escritos tal cual, sin aditivos ni modificaciones. No dudéis en dejar vuestros comentarios e incluso participar en las votaciones si así lo estimáis oportuno, eso sí, partiendo de la premisa de que todos ellos son ganadores por su colaboración y la tremenda valentía que han demostrado al exponer sus textos ante el ojo crítico del público, que no es poco.
Espero que los disfrutéis:
DE VUELTA A LA MORTALIDAD
Isabel Lorente Martínez.
SANGRE DE TU SANGRE
La mañana aparecía soleada y con un frescor de las primeras horas.Me levanté de la cama de un salto, quería comenzar el día con buen pie, fui a desayunar, estaba plagado de gente pero eso siempre.En cuanto vi que uno de los pocos amigos que tenía se dirigía hacia mí.
-Buenos días Ana. ¿Qué tal?
-¡Hola!, aquí intentando coger algo para desayunar.
-Eso está bien, oye que esta noche vamos a hacer una pequeña fiesta en nuestra habitación, ¿vienes?
-Es que a mi eso de las fiestas como que no me va mucho, a parte, ¿Habéis contado con los vigilantes de pasillo? Van a estar toda la noche rondando, aunque no sois nuevos lo sabéis ya.
-Sí, lo sabemos, lo que pasa es que hoy no se porque no va haber, es genial.
-Ah que raro, bueno Fran te veo en clase de educación física.
-Hasta luego.
Esa buena noticia que me había dado me parecía un poco rara pero yo esa noche no me quería quedar sola en mi habitación, sin pensar más lo que iba hacer, me dispuse a ir a la primera clase.Mientras los alumnos se encontraban en sus respectivas clases, el director del centro y el médico entablaban una conversación un tanto privada.
-Señor Petre le recuerdo, que mi hija está enferma y según ha llegado a mis oídos usted hace como 2 semanas que no le saca sangre a esa chica.
-Mire Don Luís, he visto que tenemos reservas suficientes de sangre, y la verdad teniendo, lo veo absurdo sacar por sacar.
-Pero a mi me da igual, ¿Y si mi hija se hace un corte, qué?.
Esta noche quiero que vayas y le saques sangre. ¿Entendido?
-Por supuesto.
Al sonar el timbre de clase, los alumnos de cuarto curso fueron a los vestuarios. Ana siempre se quedaba de las últimas ya que tantas miradas le daba un poco de corte, a pesar de que todas fueran chicas. Cuando se fueron todas, Ana iba a entrar en la ducha cuando entró una niña por la puerta, ella pensó que de donde había salido ya que, el orfanato era a partir de 11 años pero luego pensó que podía ser la hija de un profesor o de alguien del centro.
-Hola,¿Cómo te llamas?
-Me llamo Andrea, ¿Y tú?
-Que nombre tan bonito, yo me llamo Ana, ¿Qué haces por aquí?
-Iba al aseo pero veo que aquí no hay aseos, sólo duchas.
-Sí, esto es un vestuario para cambiarse, ¿De quien eres hija?
-No te lo puedo decir, mi papi me ha dicho que no hable con nadie.
-Pero yo ya no soy nadie, soy tu amiga, venga va dímelo y te doy una cosita.
-Vale…mi padre es…
De repente el director entró por la puerta y dijo:
-Hija,¿Qué haces aquí?
-Nada papi, sólo he venido a hacer pipi, ella se llama Ana y es mi amiga.
El padre miró a Ana con el ceño fruncido y se llevó a la pequeña de la mano. Después de una tarde intensa, Ana todavía no sabía lo que hacer, pero como no tenía otro plan decidió ir. Ana fue a la habitación de Fran y sus colegas para preguntarle a que hora había que estar allí, ellos dijeron que sobre las 11 y media o así iba a comenzar la fiesta. Se aproximaba la hora y la joven no tenía pensado que ponerse de ropa, pero como la mayoría de la gente iba a estar medio borracha casi nadie se iba a fijar que llevaba puesto así que cogió unos vaqueros y una camisa de cuadros y se presentó a la fiesta.
-Habitación 231 -Leyó
Tocó a la puerta y desde fuera no se escuchaba nada, pero la habitación estaba ”petada”.
Cuando vi a tanta gente junta en escasos metros cuadrados me entró un poco de agobio pero luego me fui acostumbrando.
-Oye Fran, ¿Dónde habéis conseguido el alcohol?
-Pues cuando nos llevan de compras, Alex y yo siempre nos escapamos y siempre pillamos algo.
-Tenéis suerte de que no os pillen.
Cuando eran las tres de la mañana la fiesta aún seguía en pie, pero poco le faltaba para su fin, el Señor Petre se disponía a hacer lo que periódicamente hace, fue al tercer piso a la habitación 211, cuando entró y vio que en la cama no había nadie, de repente escuchó unos pasos por el pasillo.
-¿Qué hace aquí? -Preguntó un poco asustada.
-Nada señorita, sólo estaba haciendo vigilancia, Y usted, ¿Qué hace merodeando a estas altas horas de la madrugada?
-Acabo de venir del aseo.
-Que no se vuelva a repetir.
Ana se quedó sorprendida cuando vio al médico en su habitación; se acostó en la cama y se quedó varios minutos reflexionando sobre lo ocurrido.
Si Fran me dijo que esta noche no iba a ver vigilantes de pasillo, ¿Qué hacía él husmeando en mi habitación? a parte, él no es vigilante, es médico creo que esto tiene que tener alguna explicación que me está ocultando.
A la mañana siguiente no había clases ya que era sábado, Ana se levantó tarde y no aprovechó el día. En cuanto el director vio al Señor Petre dijo:
-Supongo que le hayas sacado sangre ya, ¿No?
-Mire director, le voy a ser sincero cuando fui a su habitación me encontré la cama vacía, me pilló dentro de su habitación y me dijo que había ido al aseo.
-Si al aseo (con tono de ironía) me lo debí imaginar, fue la noche sin vigilancia.
¡Mierda! -Exclamó
Al cabo de unos segundos contestó el Señor Petre.
-No se preocupe, el domingo por la noche todo estará hecho.
-Eso espero.
Cayó la noche y casi todos los estudiantes estaban cenando en el comedor.
-Oye, ¿Qué piensas sobre ese tío? No para de mirarme.
-¿Que es un cara pálida? Bueno tendrá motivos para mirarte; como para no hacerlo (dijo en voz baja)
-La verdad es que no lo he visto mucho, por no decir nunca.
-Hazte su amiga, ya que por esa mirada que echa no tiene pinta de tener muchos amigos.
-Parece un chico interesante.
Llegó el domingo y todo estaba muy tranquilo, por la tarde había sesión de cine, Fran y Ana quedaron para ver la película. Era la hora de la cena y como Ana no tenía mucha hambre fue directamente a su cuarto cuando doblando una esquina del pasillo chocó contra el chico de la otra noche, sus ojos se miraron fijamente varios segundos, como si el chico tuviera algo en los ojos que la joven no dejara de mirar.
El muchacho dijo:
-Disculpa
Ella contestó:
-No pasa nada, y tu nombre es…
-James -respondió.
-¿Eres nuevo?
-No, lo único que te puedo decir es que tengas cuidado.
Esa contestación, puso a Ana asustada, porque no sabía a lo que se refería. De madrugada, el señor Petre puso en marcha su plan, fue a la habitación de la joven mientras dormía, le clavó una aguja para sacarle sangre, el proceso era corto y sencillo lo único que temía era que se despertarse pero para eso ya tenía solución. Lunes por la mañana y los alumnos se dirigían a realizar su primera clase del día. Cuando terminó la jornada, Ana y Fran estaba en el salón hablando de su pasado, ellos no llevaban mucho tiempo siendo amigos y claro no se conocían muy bien.
-Ana y a tus padres, ¿Que les paso?
-Es un poco violento recordar esa imagen pero ya lo tengo más o menos superado, fue hace cuatro años, cuando llegué del colegio me los encontré tirados en el suelo con un charco de sangre y en su pecho cada uno tenía clavado un cuchillo, según la policía no eran ladrones, ni tampoco asesinos en serie, ni siquiera saben quien o quienes fueron porque no dejaron rastro.
-Que situación tan desagradable para una niña.
Todas las noches de la semana el señor Petre le sacó sangre a la joven para recuperar todas las dosis que no había conseguido semanas anteriores. El jueves de madrugada mientras salía de la habitación de Ana, James lo observaba sigilosamente, él no se dio cuenta pero el joven se mosqueó al verle, sabía que algo estaba ocurriendo. Era viernes y al parecer me encontraba un poco débil, me miré al espejo y tenía la cara muy blanca, me extrañé un poco porque ese no era mi color habitual.Mientras me dirigía hacía la enfermería me crucé con James.
-Hola -me dijo -¿Estás bien?
-La verdad me encuentro un poco mareada.
-Venga que te acompaño.
Llegaron a la enfermería y el señor Petre los recibió amablemente.
-Hola jóvenes, ¿Os puedo ayudar?
-Si mire, esta chica se encuentra un poco mareada y se ha levantado con la cara muy blanca.
-Mmm, veamos que puede ser, lo más probable es que sea una bajada de azúcar, suele pasar entre vosotros, ya que no os alimentáis correctamente sobre todo usted señorita Ana, que no la veo bajar casi nunca al desayuno.
-Bajo todos los días si usted no me ve es su problema.
El señor Petre se calló para no seguirle el juego en esa conversación tan absurda, el sabía perfectamente que no era por eso, sino por sacarle sangre pero para no levantar sospecha les mintió.
-Ahora vuelvo muchachos, tardo poco.
Mientras Petre se fue y Ana estaba en la camilla, James estaba investigando la enfermería, que más que eso, parecía un laboratorio, se dio cuenta de que había una nevera la abrió y dentro estaban muchos tubos de hemograma bien ordenados, donde en ellos se encontraba la sangre. Se quedó un poco desconcertado al verlo, cerró la nevera rápidamente para que nadie supiera que lo había visto. En pocos segundos llegó el médico con un vaso de zumo bien azucarado para la joven, para ver si se encontraba un poco mejor.
-Tome, se sentirá mucho mejor.
-Gracias.
Ana fue a su habitación para descansar, no podía ir a clase en ese estado.
-Mira tengo que contarte algo muy importante que he estado ocultado mucho tiempo y nadie lo sabe -dijo James.
La muchacha callada esperó a que James lo contara.
-Ya sé que te va resultar difícil de creer y que vas a pensar que estoy loco pero…soy un vampiro.
Ana pegó un grito que se escuchó en todo el pasillo, la verdad, nadie fue a ver que pasaba.
-Shh, ¡Calla! -Exclamó
-Pero, ¿Muerdes a la gente?
-Si mordiera ya lo hubiera hecho, nada más que bebo sangre animal, no de humanos.
-Eso me deja más tranquila. Y… ¿Qué hace un vampiro en un orfanato?
-Sinceramente nada, pero tendré que irme mudando de vez en cuando para que nadie sospeche nada.
-Cierto, vosotros no envejecéis.
-Bueno dejemos ya esto si quieres después me haces más preguntas, la otra cosa que te tengo que decir es que el jueves de madrugada vi al tipo ese saliendo de tu cuarto con un maletín.
-Aprovechó que estaba durmiendo para entrar, el muy cerdo, seguro que quería algo de mí, la otra noche venía de una fiesta me lo encontré con la puerta semiabierta de mi habitación.
¿Que quiere de mi?
-¿Y si te esta robando?
-No creo que un médico con el dinero que gana venga a robar a una huérfana que no tiene donde caerse muerta.
-No digas eso, que tu vales demasiado, para que un pobre insignificante venga sin motivos.
-Gracias, nadie me había dicho eso.
-De todas formas también te quería comentar que cuando estábamos en la enfermería y se marchó vi una nevera que me llamó mucho la atención, dentro habían unos tubos y lo peor de todo es que en ellos había sangre.
-¿De quién puede ser?
-No lo sé, pero aquí están sacando sangre y no sabemos a quien, y tampoco sabemos si lo está haciendo con su permiso.
-La única forma es mirarnos los brazos.
Se levantaron las mangas de las camisetas, por lo visto Ana tenía un pequeño hematoma en la parte superior del brazo.
-Joder James, que soy yo la chica, por eso estoy tan blanca, ¿Que me quieren hacer?
-No te preocupes yo te protegeré.
La muchacha histérica al ver que era ella a la que le sacaban sangre no podía dejar de pensar en lo mismo.
-¿Y cuántos tubos de esos había?
-Pues había dos lejas y cada una de ellas podía contener 40 o 50 tubos, pero no estoy seguro. Haber Ana esto tiene que ser por algún motivo la gente no saca sangre por sacar.
-Pero sí la gente hace todo por dinero, me estoy asustando en mi vida había sentido lo mismo, ni siquiera por la muerte de mis padres.
-¿Tienes alguna enfermedad?
-Que yo sepa no.
-Entonces, si tú no la tienes, la enfermedad la tiene otro.
-Que observador, ¿no?
-¿Damos una vuelta para ver si nos tranquilizamos un poco?
-Será lo mejor.
Estaban bajando las escaleras para ir al patio, cuando una niña se tropieza con un escalón y comienza a sangrar, su llanto llamó la atención de quienes estuvieran cerca, entre ellos su padre.
-Cariño, ¿Qué te ha pasado?
Los chicos perplejos ante lo que veían, el fuerte sangrado de la niña.
-¡Que alguien llame al médico! -Gritó.
Vino corriendo desde la enfermería hasta el vestíbulo principal.
-Tenemos que llevarla a la camilla, tápale la herida mientras lo hacemos.
Llevaron a la pequeña a la enfermería y rápidamente tenían que hacerle una transfusión de sangre ya que había perdido mucha, mientras su padre tapaba la herida con cuidado.
-Señor, esto no va a valer, la niña está perdiendo mucha sangre en escaso tiempo.
-¡Hazlo más rápido inútil!
Tras ver que su hija se había quedado inconciente ante la pérdida de sangre, Luís, su padre, perdió el control y le quitó el mando al médico. Ana y James estaban observando todo desde fuera por una ventanilla que había en la puerta.
-Y a esa chica, ¿Qué le pasa?
-Creo que ya se lo que es tiene una enfermedad poco común de la sangre llamada hemofilia.
-¿Qué es? –Preguntó James con interés.
-Es cuando comienzas a sangrar por la circunstancia que sea y la sangre no coagula, en otras palabras, no paras de sangrar y es difícil pararlo. Existen pocas mujeres hemofílicas ya que la mayoría de ellas no llegan a nacer.
-Ha tenido mucha suerte.
El padre de la chica viendo que su hija se iba a morir no sabía que hacer, entraron James y Ana.
-¿¡Que queréis!? -Gritó
-Tenemos una solución para su hija -Contestó Ana.
-¿Vosotros, vosotros? ¡No sabéis nada!, ¡Dejadme tranquilo! -Exclamó furioso.
-Señor, éste chico puede darle a su hija la vida eterna.
-¿Cómo que la vida eterna?
-Si mire, aunque le parezca absurdo y descabellado es un vampiro y su mordedura podría salvar a su hija, claro convirtiéndola en vampiro.
-¿Pues hacerlo ya?
-No sabemos como va a reaccionar su hija ante la mordedura lo mejor es que la ates por si ataca. Señor si yo hago esto por usted quiero que haga algo por mí.
-Lo que sea, lo que sea, pero hazlo.
-Quiero que nos deje a Ana y a mí salir de aquí aunque no tengamos la mayoría de edad, de hecho yo ya la tengo desde hace bastantes años pero ella no.
Luís miró a lo chicos, pero no estaba convencido con el trato que le proponía, pero por su hija haría cualquier cosa.
-De acuerdo chaval, hazlo ya, por favor.
James miró a la niña se agachó y acercó sus afilados dientes lentamente hacía el cuello de la pequeña, cuando la mordió fueron 2 o 3 minutos amargos, dolorosos y traumáticos en la vida del padre hasta que la niña abrió los ojos.
-¡Estás bien!, por fin mi princesa.
Andrea se quedó en la enfermería aún seguía atada, James y Luís fueron fuera para hablar.
-Mire ahora su hija no es como usted, ni como los demás hay que tratarle de forma diferente, vale que todavía no ha probado la sangre humana pero podría hacerlo y matar a mucha gente, lo que usted debe de hacer es darle sangre de animales, debe acostumbrarla tomar sólo de esa y no de la otra, para que cuando sea un poco más mayor no sea un peligro.
-Muchas gracias joven, sin vosotros esto no hubiera funcionado y mi hija ahora no estaría aquí.
-Si es tan amable de abrirnos la puerta, recuerde el trato.
Antes de partir, ambos cogieron una mochila donde llevaban ropa de repuesto, algo de comida y dinero.
-Un trato es un trato y hay que cumplirlo cobarde es el que una vez hecho luego no lo cumple.
Ana y James iban a saber lo que era vivir de verdad. Una vez fuera, fueron a pasear por la costa mediterránea de Cartagena.
Bueno y ¿tú a dónde irás? -Preguntó Ana
-A donde me lleve el destino.
-¿Podría ser yo parte de él?
-Tú siempre has estado en él.
Desde ese momento comenzaron una vida juntos y recorrieron gran parte del mundo viviendo aventuras inolvidables.
Marta Yuste Pérez.
DESTINO
Una noche oscura y espesa, Danna iba caminando sola por una calle después de haber bebido algo más de dos cervezas, había ido a una discoteca con sus compañeros de universidad. Tambaleándose de un lado a otro, vio en frente a un chico de aspecto blanquecino con la cabeza agachada, sentado en el escalón de un portal. Ella se acercó y le preguntó qué le pasaba, el extraño muchacho la miró y se levantó e intentó irse, pero Danna supo que era diferente, tenía algo que no tenían sus amigos. No iba a dejarlo escapar sin conocerlo. Ella insistió en que le contara lo que pasaba, pero cada vez que ella se acercaba, él giraba la cara para otro lado. El muchacho decidió ir con ella y la chica empezó a preguntarle cosas y más cosas, él respondía con respuestas cortas y directas. Llegando a la casa de Danna, cruzaron una mirada impactante, los dos se quedaron quietos en la calle solitaria, al cabo de un par de minutos ella metió la mano en su bolso y sacó un papel y un bolígrafo, apuntó su número y se lo dio. Liam cogió el papel rápido para que no le tocara, pero rozaron sus manos y Danna se quedó sorprendida, su piel pálida y blanca estaba congelada, le recordó a la escena de Crepúsculo cuando Bella y Edward rozan sus manos en el coche… Danna quiso preguntarle, pero Liam ya se había esfumado en aquella oscuridad inmensa.
Pasaron semanas y semanas y el chico de piel helada no llamaba a Danna, la chica decidió buscarle pero no sabía cómo, tan solo tenía su nombre. Hasta que un día recibió una llamada misteriosa, ella respondió con voz temblorosa y escuchó la voz dulce de Liam. Se pasaron horas hablando y la joven descubrió una parte encantadora de él, pero de repente, el chico cambió el tono y le dijo que no quería verla porque sería peligroso para ella. Danna no quería, Liam se puso más serio y le contó cómo era y por qué no le llamó antes. Él colgó, y la muchacha un poco descentrada soltó el móvil en su cama y decidió buscarle. Tocó en varias puertas y al fin consiguió el domicilio donde se encontraba el vampiro del que se había enamorado. Tocó el timbre pero nadie respondía… pasaron varios minutos y de repente escuchó unos pasos que se acercaban a ella, levantó la cabeza y allí estaba, Liam. Él, asombrado de verla, intentó decir algo, pero no pudo. Danna le abrazó y él hizo el intento de separarse de su cuello pero no pudo, tenía un aroma que el joven adoraba. Liam le invitó a su casa y ella encantada accedió a entrar sin saber lo que le esperaba. Dentro de la casa él le dio una cerveza, Danna presa de los encantos del muchacho no sabía que ese día cambiaría para siempre. Liam se sentó a su lado y le plantó un besó. La chica le abrazó y el vampiro tuvo la ocasión para chuparle la sangre… Lo consiguió y Danna notó que su cuerpo cambiaba, el color de ojos, la piel… Liam volvió a su ser y se dio cuenta de lo que había hecho, pero era demasiado tarde para arrepentirse. Danna se sentía más fuerte que nunca.
Después de todo lo que le había pasado ya no podían olvidar esto como si nada así que los dos decidieron fugarse a África donde nadie les encontraría y no le harían preguntas. Allí perdidos en un pueblo de este continente vivieron como vampiros, conteniéndose de alimentarse de personas inocentes, un destino extraño, pero al fin y al cabo un DESTINO.
Nidia Jimena.
"SIN TÍTULO"
18 de Mayo del 1898
El líquido transparente que albergaba en el interior de la botella disminuía conforme aumentaba el tiempo.Tumbado bajo el cielo infinito, y sobre la verde pradera, dejaba pasar la noche.La ciudad se hallaba a la lejanía y con continuas guerras carlinas.Solo, estaba solo y no esperaba a nadie, ya había esperado suficiente.Aquella misma noche, dejó a su cuerpo esconderse entre las cenizas de sus antiguos recuerdos.Estaba todo apagado, como si el mundo hubiera cerrado los ojos.Y entre el silencio impoluto, una respiración acelerada se acercó a su oído.Pensó, sencillamente, que era un sueño, y dejó que la situación avanzara.Sintió un fuerte dolor en su cuello, como si las flechas del olvido se clavaran por todo su cuerpo.
El grito de desgarramiento interior hizo estallar las millones de luces de la ciudad, y los gritos de la misma.Abrió los ojos, y una sombra se perdió en la oscuridad.Acariciándose el cuello descubrió unas gotas de sangre que bajaban bailantes.Su respiración comenzó un ritmo acelerado, los latidos de su corazón, bombearon cada vez más potentes.Su cabeza pensó en un asesinato, en un atentado contra su persona…pero el efecto del alcohol no le dejó profundizar en su conclusión.
Lentamente sus ojos volvieron a cerrarse, y la ciudad quedo dormida a sus pies.
18 de Abril del 1910
Mi padre decía que faltaba mundo para escondernos y que Alaska se nos quedaba pequeña.Yo ya estaba harta de toda esta historia y necesitaba evadirme.Desde aquel Mayo, no volví a ser nunca la misma.Le perdí, y tras 12 años, le seguía echando de menos a pesar de habernos mudado, una vez más.Aquella situación me estaba llevando a la locura…yo no era tan diferente a las demás.
-Nos vamos a Europa.-dijo mi padre tan serio como siempre.
-Pero…
-Pero nada, James.
Iba a seguir hablando, pero su mirada penetrante inmovilizó mi voz.
-Cogeremos el próximo barco, así que, olvídate de despedirte de tus amiguitos.-añadió haciendo gran hincapié irónico en la palabra ‘’amiguitos’’.
Le tenía un miedo irremediable. Había hecho tantas cosas malas con personas que yo de verdad quería… que era casi imposible tenerle aprecio.
Aun así, lo llevaba con especial disimulo, ya que no tenía otra opción.Mamá murió muchísimos años atrás, cuando yo seguía siendo un bebé.Sinceramente, nunca me atreví a preguntar el por qué de su despedida; tampoco creo que lo haga.
-Padre… ¿podría ir a hablar con Erik?-musité bajito, como si así su respuesta fuera a alternarse; aunque tampoco hubo respuesta. Una simple mirada fusilante, como todas las anteriores, me dejó caer un seco <<no>>.
Cabreada, y una vez más, harta, subí los escalones polvorientos de aquella mi casa.Subí a la azotea, donde mi cama seguía deshecha.Rocé con la yema del dedo índice el contorno bordado de las sabanas, y me dejé caer como si hacia un precipicio lo estuviera haciendo.Con mis dos manos frías me tapé la cara, y grité hacia dentro.Me di la vuelta con un sencillo salto, y con la cara encima de la almohada, una idea se adentró en mi cabeza.Abrí el armario de madera, y pasé uno, y otro, y otro…
Finalmente, encontré mi vestido favorito. El más común y rancio de todos.Echando los brazos hacia atrás, la chaqueta cayó al suelo con un vuelo drástico.Decidí darme más prisa para quitarme el camisón, ya que el frío de la calle se colaba por las rendijas de mi gran ventanal.Una vez lista, me puse los zapatos, atándome las cordoneras, y me abrigué con mi gran chaquetón.Cerré la puerta con pestillo, y dejé una nota por debajo de esta que decía:
‘’Déjame en paz.’’
Levanté una pierna, y tras esta, la otra. Y ya estaba sentada fuera, cerca de la nieve.Como un tobogán me deslicé por el tejado de mi antigua casa, parándome con los pies en los canales para el agua.Estos crujieron en mi llegada y mi rostro descontento sonrió al imaginarse la brutal hostia que me esperaba.Y así fue, aunque los arbustos pararon mi contundente aterrizaje.Vi a mi padre asomarse por la ventana de la cocina, y yo me acurruqué entre las plantas.Una vez que desapareció por la casa, yo le imité por el pueblo.Cuesta abajo corría, encontrándome y esquivando a los vagabundos con sacos de basura, lecheros con sus botes pasando por las casas, carrozas de caballos y limpiadores de calles, puestos de comida nevados…
La ciudad seguía activa aunque el tiempo fuera en su contra y la gente se paraba a mirarme correr y esperar visualizar a alguien detrás de mí por haber robado algo.Pero no, yo corría para que no me robaran una parte de mi ser.Tras recorrerme toda aquella calle casi infinita para mis pies, llegué a su vallado.Intenté abrir el candado que me separaba de las paredes que parecían calientes.
-¡Erik!- grité con fuerza- ¡¡Erik!!
La puerta de aquella casa marrón se abrió con un sonido chirriante, y sosteniendo el pomo, se encontraba su preciosa hermana Brenda.
-¿Está Erik?- pregunté ansiosa.
-Pues si te soy sincera… creo que se ha marchado a la granja de mi abuelo.
-¿Y eso por dónde se encuentra?- dije acompañándolo de un suspiro.
-¡Sígueme!- me gritó poniéndose los zapatos y el chaquetón, y me invitó con la mano y una sonrisa amablemente a hacerlo.
Corría delante de mí, como si supiera de qué se trataba mi búsqueda.Y al fin, tras un largo camino por el bosque, llegamos a un recinto cerrado, de colores ocres y maderas con moho. Brenda se puso unos dedos en la boca, cogió mucho aire, y cerrando los ojos, lo soltó en forma de silbido.Mis tímpanos vibraron tras su llamada, y me reí con ella.Volvió a hacerlo una vez más, y se abrió la puerta hacia dentro.
-¿Brenda? Cuanto tiempo, pequeña moza.
-Si, si, abuelo…-le respondió con un movimiento afirmativo de cabeza- pero dime, ¿y Erik?
-Está cuidando de los dos terneros que nacieron ayer, ¿os llevo hasta él?
-Si es posible…-le respondí yo anticipándome a Brenda.
Al llegar, estaba sentado entre un cúmulo de paja amarillenta y salté encima de él.Brenda se quedó metiendo a las ovejas a resguardo.
-¿Pero qué te pasa, James?
-He de decirte una noticia que no te va a gustar…- dije apartando la mirada de él.
-Y dime.
-Mañana, cuando nos despertemos mi padre y yo, ya no estaremos aquí. Esta noche sale un barco que nos llevará a Europa.
Tras contarle esto, no recibí respuesta… así que seguí añadiendo información.
-Y nadie puede saber que he venido hasta aquí para verte, si no mi padre me matará… me caerá el castigo de mi vida.
-Pero James… no puedes irte, ¿y qué pasará con nosotros?
-¡Te mandaré cartas todos los meses, y te contaré mi vida! Claramente, tú tendrás que hacer lo mismo…
Y volveré, te prometo que volveré.
-No sé, James…- me dijo pasándose la manga por la nariz.- te voy a echar demasiado de menos.
-Y yo a ti pero…- no acabé la frase, ya que quiso él terminarla con un beso.
Le acaricié el contorno de la cara, mirándole a los ojos, y él, apartó la mirada.
19 de Mayo del 1910
-Vamos, James.- me musitó mi padre abriendo la puerta de mi habitación.
Me desperecé entre las mantas que se depositaban envolviéndome.Y giré la cabeza para ver como se había despertado el día.Ya estábamos en el barco, y la noche había sido larga al tener tanto equipaje, tanto mueble y tontería de adulto.Mi padre había reservado un gran departamento donde estaba su habitación, la mía, y el cuarto central.Al abrir mi puerta, me senté en unas sillas de mimbre que había alrededor de una mesa con un cristal donde se depositaban unas flores de color rojizo que iban a juego con la pared de dicho cuarto.Era todo tan detallista y elegante. Me sentía fuera de mi.Aquello no estaba hecho a mi medida, y aun así, tenía que adaptarme, ya que una semana se haría eterna en este barco.Mi padre, ya estaba vestido, elegante a la par que informal, y yo, me decantaba sólo por lo último.No me pidió que me arreglara, no me dirigió la palabra si quiera, ya que seguía enfurecido por el cabreo de la huida en la noche anterior.Pero haciendo caso a su cara de indiferencia, decidí abrir la maleta en la cual, todos mis vestidos se encontraban en un amasijo de telas.Decidí coger uno con tonos rosados, para parecer así un poco más buena y no dar la mala impresión de hija desobediente de padre viudo.
Unos zapatitos por aquí y… ¡vualá!-pensé y seguidamente añadí en voz alta-¡Ya voy padre!
Salí de ‘’mi’’ habitación, y él ya había desaparecido.Pensé que se estaba excediendo con eso del cabreo, pero me abtuve las palabras y se quedaron colgando del filo de mis labios.Anduve hasta llegar a popa, donde un grupo de señoras mayores hablaban y reian.Me parecieron perfectas para preugntarle con buena cara dónde se encontraba la cafetería.
-Todo recto, y cuando veas unos gran ventanales, te metes por ahí.-me respondieron entre continuas risas de Dios sabe qué.
Y mis pies comenzaron a deslizarse con zapatos rotos por toda la zona superior del barco, ondeando de mientras el viento, mi vestido medianamente elegante.Estaba tan concentrada en las pasadas que daba mi vestido sobre mis pálidas piernas, que se me olvidó mirar hacia adelante.En ese entonces, una gran figura firme y robusta, me paró el paso.Tras el revote, alcé la vista para descubrir con quien me había accidentado.Y alzarla no cubrió mis dudas, ya que su cara se encontraba tapada por la sombra que proyectaba su sombrero.Di un paso atrás, agaché la cabeza, y seguí avanzando.
El sonido de la radio se camuflaba con la risa de la señora del fondo, y esta voz a su vez, complementaba el tono grave del hombre de la ventana.Una niña pequeña jugaba en el suelo a crear sonidos con tazas caras, mientras el camarero de esmoquin llamaba a la madre, que charlaba con su supuesta amiga, la cual ignoraba un poco la conversación.Ella hacía miraditas con el chico solitario que se encontraba en la barra, desayunando un té demasiado caliente para poder comenzarlo. Quizá por eso jugaba con la muchacha.Al lado de este hombre, había un anciano cansado ya de mañanear.Ojeaba el periódico una y otra vez, buscando algún tema interesante en el que poder sumirse y alejarse del grupo cartesiano de más, que esperaba y metía prisa a la camarera. Estaba nerviosa y le temblaban las manos por exceso de trabajo o por el sonido irritante que creaban con la cucharilla las dos ancianas que estaban cerca del hombre de voz grave.Y entre todo el gentío y las paredes blanquecinas que rodeaban a los allí presentes, estaba mi padre, sentado, solo, imitando al hombre de la barra.Con un periódico en las manos, pero teniendo así un tema concreto que leer.Me senté en la silla que había enfrente de él, y esperé a la camarera ocupada.Mi padre no levantó la mirada del cúmulo de letras para desearme los buenos días o algo semejante. No le hacía falta ser cortés con su hija.Yo suspiré y comencé a jugar con las flores rojas de la mesa.La camarera me tomó nota, y volví a retozarme con la flor.Las mañanas fueron todas semejantes, con los mismos habitantes, los mismos tonos de voz, pero con diferentes temas.Yo pensaba que algo misterioso y divertido me pasaría en aquella aventura acuática, pero no estaba en lo cierto. O quizá no del todo.
26 de Mayo del 1910
Bajaba cargada de maletas por la escalera de salida del barco.Entre tanta multitud de personas esperando las llegadas ajenas a nosotros dos, perdí de vista a mi padre.Decidí sentarme en una pila de cajas de madera casi deshechas a esperar su vuelta a mí.Pasada una hora, él apareció entre la disminución de gente del lugar.
-¿A dónde habías ido, padre?- le dije con un tono de frustración tras mi desesperada espera.
-He tenido que arreglar unos cuantos temas y cabos sueltos.- me respondió omitiendo la mayor parte de información posible.
Tenía que sonsacarle todo aquello, así que alargué la conversación lo más amable posible.
-¿Y de qué se tratan esos cabos?
-De nada.
Y a esta respuesta salté gracias a mi observación.
-¿Cabos de sangre y asesinatos? A ti sí que se te puede clasificar como persona de sangre fría.
-No deberías de decir eso, James.- me dijo intentando intimidarme, resultando en vano.
Quizá sería por el enfado de la trayectoria marina, pro la espera actual o por el rencor guardado en mi caja de pandora personal, pero no me calle.
-Tendría que decir esto y mucho más, Charlie Looper.
-No tienes ni idea de lo que hablas.
-¿Eso piensas verdad? Entonces explíqueme usted por qué y cómo a desaparecido el hombre con el que lleva hablando todo el viaje.-intenté tratarlo como un desconocido.
-¿Quién? Robert Smith se fue tras nuestra despedida.
-¿Y cómo sabe a quién me refiero? Padre… puedo hacerme la estúpida y simular qué no sé nada de todo esto, pero eso no significa que sea así.-dije sentenciando la conversación.
Sin más demora, echamos a andar dirección a la plaza central de Brest, dejando atrás millones de conversaciones francesas.A nuestra llegada nos recibieron con mimos de todas las clases. Se veía que era una zona recreativa.Los niños corrían de allí para acá, con mini cometas que no sobrevolaban más allá que las cabezas de los adultos.Todos los demás o descansaban alimentando palomas con sacos de arroz, o tomaban un caliente café para dar la bienvenida al verano.Pensé en preguntarle a mi padre que a dónde íbamos a ir, pero sabía que iba a estar áspero, y me reservé las palabras.Simplemente le seguí, cargada con maletas y llevándome por delante a muchas personas que él conseguía esquivar.El andar nos llevó hasta las a fuerzas de la ciudad, donde nos esperaban con las puertas abiertas, una pareja de ancianos muy agradables.El hostal se encontraba al borde de un camino de piedras, y rodeado de grandes bosques de robles. Sus paredes estaban cubiertas de verdes enredaderas que le daban color a sus tonos ocres, y llamaban a las ventanas con sus finas ramas. El lugar era idóneo para investigar y pasar el rato por aquellas zonas, mientras mi padre buscaba trabajo.
-Que mozuela tan bonita- dijo la anciana que esperaba nuestra llegada sentada en una mecedora- ¿Qué edad tiene?
-A finales de año cumplirá los 17.-le respondió mi padre, intentando sacar su mejor cara, por falsa que fuera.
La mujer sonrió y sacó otro tema de conversación mientras un niño menor que yo, subía nuestras maletas a los respectivos aposentos.Desde fuera se podían ver las escaleras de caracol que habían situadas en la esquina del hall.Me entró la curiosidad de hasta donde llegarían, y no podía quedarme con esa sensación mucho tiempo, así que puse la escusa de ayudar al pobre muchacho.Me agaché a coger la penúltima maleta que quedaba por llevar, y le sonreí.Sus ojos me mostraron un interés por lo desconocido. Quizá sería un buen compañero de investigación.Subí tras él las escaleras que tanto me recomían, y llegamos a un largo pasillo con puertas cerradas y moqueta verdosa.Un gran ventanal decoraba el final de este, y avanzamos hasta llegar a él.Doblamos la esquina y me encontré una habitación con la puerta abierta.El niño entró después de mi, y no pudo ver mi cara de asombro.Grandes ventanas, moqueta verdosa, tres habitaciones, un extenso salón, balcón en las dos habitaciones y bañera con patas.
Era perfecto, divino. Y a la vez tan perdido de la sociedad…
-Y dime, ¿cómo te llamas?- le titubee.
-Mi nombre es Danny, ¿y el suyo?
-Me llamo James.-le respondí a su tímida pregunta con una sonrisa, para caldear el ambiente.
El pequeño también me sonrió, y se fue a paso rápido siguiendo los mismos pasos con lo que me había acompañado.Agarré las maletas que me pertenecían y elegí el cuarto derecho.Nada más entrar una gran cama con cabecera blanquecina me esperaba en el lado derecho, después de mi ajetreado día.También tenía un escritorio que iba acompañado de una gran ventana con vistas a una verde pradera donde pastaban las vacas.Desde ese lugar podía ver a los pequeños terneros juguetear entre los bloques de paja.Mi armario, también de una tonalidad blanquecina, estaba al final de la habitación, haciendo compañía al escritorio. Y si, decía ‘’mi’’, ya que aquella habitación sería mía durante mucho tiempo, quizá todo el verano y parte del otoño.
Y así fue…los días avanzaron conforme la comodidad del lugar se iba adaptando a mí. A pesar de lo bien que se estaba en ese paraje encantado, le echaba de menos todas las noches, y por las mañanas se me olvidaba hacerlo, ya que le daba clases a Danny en el patio de atrás.Allí también había una adorable hamaca donde me acostaba a esperar que él terminara los ejercicios que le había mandado.
Gracias a mí, el pagar nuestros aposentos se había disminuido… peor mi padre no tenía en cuenta eso.Había encontrado un pequeño trabajo como periodista de una revista cualquiera y el dinero que recibía no estaba nada mal.Y una de aquellas monótonas pero dulces mañanas, una sorpresa llamó al hostal.Iba totalmente despeinada, echa un trapo, pero no me importó.
Tras 5 meses, apareció Erik.
-Pero… ¡¿Qué haces aquí?!- le grité mientras saltaba a sus brazos y dejaba caer unas suaves lágrimas por el contorno de mis mejillas.
-Siempre te dije que estaría contigo, fuera donde fuera…
-¿Y cómo me has encontrado?
-Pregunté en correos por tus apellidos, y me dijeron dónde estabas situada ahora mismo.
-Mus astuto, pequeño.- le dije acariciándole el pelo.
Seguía igual de guapo que siempre… pero más mayor… ya que su cumpleaños había sido en Julio, y tenía ya 18 años.Danny se quedó embobado mirando a aquel hombre desconocido del que nunca antes le había hablado a nadie, excepto a mi padre.
Él no podía saber que estaba allí… sino, acabaría como hizo con Frank.Aquel chico que encontraron como un supuesto suicidio en el monte.
No quería, no podía permitir que le pasara algo…
-¿Y cómo que estás aquí?
-He venido con mi familia…la convencí para que nos fuéramos de viaje.
-¿Y precisamente a Brest?- le seguí bombardeando con preguntas.
-Llamé a tu padre para que me respondiera.
-Que…¿llamaste?- dije con la voz quebrada. Ya no había vuelta atrás… tal y como conocía a mi padre sabía los resultados de su locura.
-¿Qué ocurre?- me dijo con cara de asombro.
-Erik… creo que lo mejor va a ser dejar lo nuestro… que se vaya, como tienes que hacer tú de este país. Cuanto antes mejor y no me pidas explicaciones… se de lo que hablo.
-James, te dije que nunca te iba a dejar.
-Por eso mismo tienes que irte de aquí, para no dejarme sola.
-No te entiendo…- me dijo despavorido.
-No te pido que lo hagas, sólo digo que te marches, lejos, a Alaska.
-…Te mandaré cartas y te pediré una explicación de todo esto.
Le besé por última vez en los labios, con cuidado de no hacerle daño.
Y marchó…
Al cabo del tiempo, Danny se atrevió a preguntar por aquella mi historia. Simplemente le corte fragmentos de ella.Nos quedamos las navidades y la primavera siguiente por falta de dinero.Y nos acogieron genial, como el primer día.
Estábamos el renacuajo y yo sentados en mi cama, viendo a lo lejos el bosque.
-Mi abuela dice… que no me deja ir hasta allá.-Me dijo tras el silencio con la cabeza agachada.
-Si quieres… podríamos hacer una excursión escolar.- le dije proponiéndole una súper aventura que no iba a negar.
Se lo preguntamos a sus abuelos y estos aceptaron.Confiaban plenamente en mí.
-Sabes qué, Danny. Tus abuelos son como mis abuelos para mi… llevamos casi un año conviviendo juntos… ¿cómo te sientes?
-Alegre… y más alegre estaré porque dentro de poco es mi cumpleaños de los 11 años.
-Te haces mayor… y por eso, te voy a regalar una cosita súper guay.
-¿El qué, el qué?- me dijo entre saltos y dudas.
-Es una sorpresita, ya la verás.- le dije haciéndome la interesante- de mientras, hagamos armas pro si unos felinos feroces nos atacan en el bosque.
El rió y corrió a buscar ramas, ya que estábamos adentrándonos.Saque la navaja del bolsillo de mi delantal y me puse a sacarle punta a aquella supuesta lanza.Al rato, y con toda la tripulación fantasmal creada, avanzamos hacia dentro.Y yo no tenía intención de hacer lo que hice… de asustarle y perderlo todo.Para mí, aquel niño de cabellos castaños, era un gran apoyo moral diario… y le asusté.Caminaba dando saltos entre ramas… y tropezó.Su diminuta rodilla comenzó a sangrar y…mis pupilas se dilataron hasta el punto de no contener ni el iris…Corrió, corrió como nunca.Y me dolió en el corazón ver aquella pequeña personita a la que le tenía tanto cariño, huyendo de mis allí crecidas garras de vampiro.
¿Yo? ¿De verdad era yo?
Estaba claro que era como mi padre pero… ¿exactamente igual?
23 de Diciembre del 1917
La primera guerra mundial azotaba el silencio de nuestras calles.Llevábamos 3 años soportando bombardeos y más asesinatos. Nunca antes había visto tal bestialidad para asesinar a una persona inocente aun viviendo con un asesino de sangre fría.Mi padre nos hizo mudarnos tras el escándalo que formó mi repentina acción en el bosque años atrás.Yo seguía teniendo 16 años, y también fue motivo para mudarnos.Mi edad no avanzaba…igual que las cartas que me mandaba Erik. Desaparecieron… perdí todas las noticias que tenía de él.No sabía si era por motivo de la actual guerra, o por el frustrado de mi padre.Siempre irrumpiéndome la vida. Aun que no podría verle de todas maneras… Erik no sabría responder a mi no avanzada edad.
Por aquel entonces, estábamos viviendo en otra casa de campo.Y mi cordura se iba perdiendo con tanto cambio repentino.Nunca llegaba a asentar del todo la cabeza y me asumía en centenares de libros que leía en un columpio.Por aquellos tiempos, ya había descubierto mi sangre fría, y oír ambulancias, bombardeos, gritos desgarradores y llantos infantiles, no me hacían cambiar mi estado de ánimo. Siempre neutra.Mi padre me seguía abandonando cada dos por tres… seguía matando personas a ton y son… pero no hacía falta la mudanza, ya que entre tanta muerte, no hallaban ningún asesinato de él.Era duro verle llegar con las manos llenas de sangre y la boca alimentada. Se le veía fuerte, una ‘’persona’’ dura.Yo en cambio, nunca había probado la sangre humana. Hasta entonces.
Lo recuerdo como si fuera ayer….
Mi padre y yo caminábamos por las oscuras calles de Alemania.La ciudad estaba revuelta, rellena de personas de bajo estado social. A su parecer, nosotros dos éramos de la clase noble, o tal vez burguesa.Por eso mismo, estábamos a salvo.Aquel día no quiso dejarme sola en casa. Los militares habían alterado todo el vecindario y estaban desalojando las casas, así que él opto por llevarme, tragándose así su orgullo…
Y entre la espesa niebla por la que caminábamos él y yo, vimos a una mujer casi muerta. Sus delgadas manos pedían auxilio, su escasa respiración no podía decir nada, y su mirada infinita decía adiós. Temblaba por el frío, o tal vez de miedo.Mi primera idea fue ayudarla, pero no estaba sola, Iba acompañada del mismísimo diablo, mi progenitor.Se acercó a ella, con cara de pocos amigos, y le susurró algo al oído.Como siempre, yo permanecía neutra viendo aquella desgarradora imagen para ojos de cualquiera.Y lentamente se fueron hincando los grandes colmillos en su delgado cuello.Al ver la sangre fluir por su vestido, tocando el suelo de piedra, se me erizaron todos y cada uno de los poros que tenía mi piel.Cerré los ojos, y aspiré por la nariz.Mis ojos se volvieron negros, como aquella tarde de verano con Danny.Al abrirlos, ya me encontraba alimentándome de aquella mujer ya muerta.Aquella ambición por lo desconocido abrió todos mis ámbitos y tentaciones.Él y yo, azotamos la ciudad alimentándonos de aquellas pobres personas.
Sin corazón ni alma, avanzó de más.Estábamos muy unidos, y dejábamos pasar las horas en la azotea de un antiguo edificio.
-Papá- le dije mirando al horizonte- ¿qué pasó con mamá?
-James… es difícil de explicar.
-Tengo todo el tiempo del mundo.
Suspiró fuerte, y cerrando los ojos, comenzó a hablar.
-…eras pequeña, tan sólo un bebé. Tu madre te acunaba como todas las noches, y yo estaba en la puerta de tu habitación, contemplando aquella imagen.Éramos personas normales, una familia común. Pero no sólo observé aquella noche.Alguien en tu ventana te miraba, y tu madre no se percató.Mi corazón se lanzó a lo terrible.Aquel rostro pálido, de ojos negros y grandes dientes que llamaba a la ventana con su seco aliento…
Pero en noche… sólo te salvaste tú. Ese monstruo agarró fuertemente a tu madre del cuello, asfixiándola y bebiéndose su sangre.Con un cuchillo me lancé a él, pero no dio resultado. Comenzó a desgarrarme el cuello con sus afilados colmillos y…
-Sigue, padre.
-No me llames padre…yo no soy quien crees que eres.
En ese momento, el tiempo se paró bruscamente.
Los relojes de agujas dejaron de avanzar y marcar segundos, y los de arena no soltaron ni un grano más.Toda aquella historia, todos aquellos años…
¿Con quién había estado viviendo todos aquellos años y… por qué yo también era un vampiro?
-Te traté como si de mi hija te trataras al ver toda aquella masacre. Nosotros también tenemos corazón.-prosiguió mirando a la ciudad en llamas.
-Pero entonces… ¿tú quien eres? ¿y qué soy yo?
- Mi nombre es Joseph… y a la segunda pregunta pues…- dijo insinuante aquel desconocido para mí.
-Respóndeme, y no quiero más mentiras.- dije levantándome y acercándome al borde.
-No sé si recordarás la muerte de Frank… pues sí, fui yo…
-Ya lo sabía, era evidente.
-Pues aquella misma noche, también te mordí a ti. Me sentía solo en el mundo de la sangre y tú eras mi fiel compañera. No quería matarte, así que sólo dejé rozar mis colmillos por tu cuello. Tuve que resistirme mucho para no llegar a matarte del todo.
-Tú sangre era la más dulce que había probado. Quizá era porque te quería como hija que eras para mí.
-No deberías de haber hecho eso… odio ser lo que hoy soy. Te odio.
Esas palabras fueron como dardos en su corazón… Era cierto que aquella persona me quería pero, no había perdón para ella.Me di la vuelta para mirarle a sus ojos alternantes y preguntarle por qué había matado a todos los chicos de mi vida, pero su huida me irrumpió la palabra.Ahora estaba sola entre un millón de personas normales con deliciosa sangre roja.
Y yo sedienta de vida…
Me había convertido en el monstruo que Joseph era.Sin familia, con ganas de destrucción, y un mundo de libertad.Podría esconderme entre las distintas sociedades, desaparecer entre la multitud o… podría hacerme notar entre muerte y muerte.
Ya no sabía quién era ni qué quería.Dónde estaba o a dónde iría.Perdida, totalmente perdida, y con la vida eterna entre mis manos.
¿Sería capaz de hacer lo que hizo él?
Y es que ya han pasado muchísimos años desde aquel entonces.Sigo conmigo misma y con la tentación de buscar un compañero de vida…Quizá vaya a buscar a Danny, que ya tiene que ser un abuelete al que sigo echando de menos.
Los años no cesan en mi vida… la monotonía me recome por dentro y… esto es el infierno.Mi supuesto padre tenía razón… los vampiros también tenemos corazón… y este vive en una guerra continua, duerme en un banco a la intemperie y siente la soledad.
Lucía Puche.
QUERRÍA SER EL ÚNICO
A nadie en sus cabales se le ocurriría pasear una noche de luna llena por la ciudad a altas horas de la noche y con un tiempo tan desapacible.
Cada vez llovía más fuerte, apenas había coches por las calles, y tampoco nadie.
Su paraguas poco podía hacer por resguardarle de la lluvia a aquel hombre de traje oscuro y sombrero que andaba por la calle aquella noche. Detenía su paso cada cierto tiempo, tranquilo y permanecía atento con todos sus sentidos, a su alrededor.
Al fin llegó hasta un callejón donde no olía muy bien, al oler tan mal y no saber por lo que era, aunque se lo imaginaba, la curiosidad le hizo avanzar hasta el final de callejón, donde se encontró a dos sujetos agachados en el suelo encharcado, y cerró su paraguas.
Entonces aquellos sujetos se dieron cuenta de la presencia de aquel hombre; uno de ellos se atrevió a mirarlo, manteniendo aún entre sus afilados y amarillentos dientes, parte de los intestinos de su víctima. El otro, permaneció en cuclillas, observando la escena con sus ojos transparentes como el cristal, sosteniendo en sus manos el cadáver de un gato callejero que se estaban comiendo…
Aquel hombre cogió su paraguas con rapidez clavando su larga punta justo en el centro del pecho del atacante y lo desplazó hasta un lateral.
La otra criatura se levantó del suelo e intentó abalanzarse por detrás del hombre, pero éste, estiró rápido su otro brazo hasta cogerle del cuello por sorpresa. A continuación, extrajo el paraguas del pecho de su primera víctima, empujó al otro hacia la pared y repitió la operación.
El hombre era alto, delgado y con pelo canoso, que parecía no empapársele con la lluvia. Sacó del bolsillo unos guantes de cuero negros y se cubrió las manos con ellos. Después sacó del bolsillo de su chaqueta un pequeño frasco de cristal tapado con un tapón de corcho. Luego se acercó a su primera víctima y vertió la mitad del contenido en el agujero del pecho.
El agua bendita comenzó a ejercer rápidamente su efecto en la criatura. Las entrañas del ser se descomponían ante aquel ácido que lo destrozaba, desprendiendo mal olor y humo blanco. La segunda criatura recibió el mismo tratamiento.
Por esa noche había terminado su misión.
El hombre de traje oscuro y sombrero cubierto por su gran paraguas negro, salió del callejón y tomó una dirección cualquiera; hasta la próxima vez, en que debería regresar, visitando otro lugar, otra ciudad, para continuar la tarea que se le había encomendado que era de sicario de la oscuridad, siempre a la búsqueda de criaturas.
Y ahora, en estos últimos mil años, habían de soportar la decadencia y la corrupción sembrada por la descendencia de unas criaturas extrañas; una saga de hijos incontrolados, drogadictos, con su sangre enferma por el sida, alimentándose de ratas y otros animales tan miserables como ellos mismos. Esperar la noche ideal e ir a su encuentro para su exterminación es lo que hacía aquel hombre de alto talle y pelo canoso, se enfrentaba a sus fieles con voz pausada. A fuera llovía a cántaros, era una noche infernal, pero adecuada a sus propósitos.
Esta noche, el vampiro saldría de nuevo a recorrer las calles con su gran paraguas negro, a cumplir con su tarea encomendada…
Laura Esteban Roca.
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