Como ya sabréis, tuve el enorme honor de pasar estos días de atrás en Madrid para celebrar la 2ª edición de Una Isla Llamada Utopía y realizar dos presentaciones en la capital: una en Torrejón de Ardoz y otra en el mismo centro de Madrid.
En espera de poder ofreceros las fotografías del acto, os dejaré transcritas las palabras que pronunció don Inocencio Contreras durante el acto de Torrejón de Ardoz. Disfrutad de ellas:
PRESENTACIÓN DE "UNA ISLA LLAMADA UTOPÍA"
El relato del viaje de un periodista a una isla alejada, desconocida en todas las rutas turísticas e ignorada por la cartografía de todos los tiempos, es una experiencia que sabe transmitir sensaciones de realismo vital, de forma que lo relatado traslada al lector desde lo ficticio hasta una reflexión personal llena de esperanza. El joven periodista nos lleva de la mano y nos acompaña en primera persona por los caminos de la narración, sí, pero, sobre todo, por las veredas de un mundo mejor, hacia un lugar utópico.
Justamente cumplidos quinientos años, desde 1516, este mismo tema, en análogas circunstancias y con similares intenciones, nuestro autor, Iván Martínez, transforma a Tomás Moro en un inquieto constructor de ilusiones que le lleve a "un lugar que no existe", que es lo que significa "Utopía". No es la época de los grandes navegantes, de Américo Vespucio, hoy es el inquieto periodista a quien le dan escalofríos solo de pensar en una singular sociedad perfecta, en la esencia de una idea que haga vibrar el espíritu de los lectores.
"Una Isla Llamada Utopía" no es la novela de corte tradicional. Todo el libro es un auténtico goce de reflexión, de lectura pausada y de meditación, lo cual no quita mérito y elogio de grandes relatos al estilo de James Joyce, Saint-Exupéry y Albert Camus, escritos en primera persona, cuyo protagonista, en monólogo interior, nos introduce por lugares exóticos, con personajes/símbolo como la dulce Cristal, Miki, producto de la miseria, Ray y sus amigos, Tadeo y Miriam, hasta dejar mal sabor de boca con Emma, proveniente de un pasado de malos tratos. Juan sea, tal vez, entre todos el más logrado. Juan es el doble del autor o, por lo menos, quien encarna la preocupación mayor del relato.
La isla inexistente no tiene ningún orden jerárquico. Sus habitantes se consideran iguales, aunque algunos como Juan y Tadeo reciban el respeto de la población. Detalles de una novela basada en el poder, el odio, la venganza, el dinero y cualquier otro recurso para el romanticismo o el neorrealismo, no tienen pie en nuestro libro. Este lugar remoto de China tiene un alma que transmuta el prodigio de los corazones. La Humanidad comenzará a preguntarse por qué ha de vivir explotada, engañada, pisoteada... La novela que estamos leyendo no está limitada ni en el espacio ni en el tiempo, porque ella trata de mejorar la existencia de los hombres, nos enseña a tener esperanza.
Es una novela cíclica, es decir, con principio, desarrollo y final. Este final, esperado desde un principio, ilusionado en un medio y roto al terminar. ¿Es una novela o es un puzzle? Son piezas de amor abonadas con monedas de odio, manchadas de desesperación, en realidad, como el alma del hombre. Sólo puede ensamblar el tablero del relato la esperanza de un mundo mejor. El autor nos lleva en su compañía hacia el ideal de la sociedad, inalcanzable en un mundo globalizado, encadenado en muchas utopías, con posibilidades de esperanza.
Leer "Una Isla Llamada Utopía" es introducir al lector en un compromiso. No se trata de tener un libro entre las manos; más bien se trata de meditar en la dura realidad de la vida en esta centuria, no muy distinta de la del siglo XVI. Leer sus páginas de estilo cuidadísimo, de enriquecido vocabulario, es llegar al goce de participar con el goce del periodista, es conseguir la identificación con sus inquietudes. El relato en primera persona, con verbos que juegan con el presente, el pasado y el futuro, llevan al lector a un movimiento de intranquilidad serena. Por eso es preciso leer y releer, para que no se escapen detalles que parecen inadvertidos, hasta llegar al final de la satisfacción de una excelente lectura y el compromiso con la esperanza. Es un libro de mesilla de noche, para releer por capítulos sueltos y desornedamente antes de dormir. El día siguiente, para usted, amable lector, será un poco más luminoso, tendrá un poco más de esperanza.
Inocencio Contreras
Licenciado en Filología Románica y
Catedrático de Filosofía y Letras.
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