Estaba a punto de comenzar a escribir un artículo para la web de cómics –otra de mis pasiones– donde colaboro, Zona Negativa, cuando me detuvo un pensamiento. Tenía que reseñar un tomo –que suele incluir una recopilación de varios cómics– que me había tocado en suerte leer y, de repente, me percaté de algo. Lo cierto es que el tomo en cuestión me ha decepcionado bastante, tanto a nivel de guión como en lo tocante al dibujo y claro, eso será complicado disimularlo. Pero, la experiencia ayuda a ser un buen profesional y no mezclar las churras y las merinas, por lo que no se notará en la reseña, que intentaré hacer lo más neutra posible para que no afecte la opinión del lector. Además, uno, que es bastante previsor, creó una pequeña “sección dentro de la sección” destinada a albergar mi opinión personal. Y es que, ya sabemos todos cómo es la opinión… –no repetiré aquí las palabras del célebre maestro Quevedo –.
Y todo esto me llevó a concluir lo fácilmente que valoramos y etiquetamos el trabajo de los demás, sin pensar demasiado en el esfuerzo que esas personas han puesto –o no, que hay casos para todo– en ello. Aquí, seremos buenos, y presupondremos que los autores han puesto toda la carne en el asador y no se han limitado a salir del paso y cobrar su cheque.
En resumidas cuentas, que resulta tremendamente sencillo hacer una crítica descarnada de algo que no nos ha gustado y, como todo en esta vida –y es algo que intento decir siempre que puedo–, medimos por nuestro rasero todo cuanto nos rodea. Como es natural, por otra parte. No contamos con otro criterio. Pero no debemos olvidar incluir siempre palabras como “en mi opinión” o “desde mi punto de vista”. Esto resulta esencial –y es por lo que no tengo demasiada fe en los críticos profesionales–, dado que lo que a una persona le espanta, para otra es la octava maravilla. Esto es, precisamente, lo que trato de hacer siempre en Zona Negativa o a la hora de escribir una opinión pública sobre cualquier asunto, obra, cosa o persona. Por supuesto, siempre animo a todo el mundo a no dejarse guiar por una opinión. ¿Cuántas veces una película que nos han recomendado con pasión nos ha parecido un auténtico tostón? ¿Y ese último disco que tanto le gusta a nuestro amigo? ¿Y ese libro que tanto agradó a nuestra amiga? Y no digamos ya cuando alguien nos dice que fulano, mengano o perengano es tal o cual cosa.
De tal modo, las opiniones nos afectan dependiendo del grado de confianza que les concedamos.
¿A qué viene todo esto? Pues a la desazón que me causa pensar en el día que me encuentre opiniones negativas sobre alguna de mis obras. Como ya os he comentado en alguna que otra ocasión, aún no he cosechado ninguna especialmente significativa. Sí, hay lectores que han reconocido que el género de Diario de un Cazador no era de su agrado, pero siempre cierran la frase añadiendo que les encanta mi manera de escribir, que la narrativa es excelente, la trama está conducida primorosamente o la historia es original para tratarse de algo tan saturado como la novela de vampiros, que me prevén un gran porvenir, etc, etc… y uno, que es inseguro por naturaleza, agradece tanto halago y comentario por parte de las personas que le han leído. Me hace sentir, sin duda alguna, orgullo y satisfacción de haber logrado, como poco, entretener, que, desde mi modesto punto de vista, es lo que toda buena obra debe conseguir –como poco, repito-.
Pero, ¿qué pasará el día que venga/an lector/es con críticas ácidas y mala saña? Está claro que uno puede separar siempre la crítica constructiva de la opinión meramente personal. Habrá un criterio profesional y otro que no lo será tanto y es recomendable, llegados a este punto, separar uno del otro. Incluso no quedará más remedio que observar que todo el mundo no tiene la misma delicadeza a la hora de expresarse. Mas, yo iba todavía más lejos. ¿Y si se te acerca una persona y te dice, simple y llanamente, “el libro me ha parecido aburrido”? Imagino que ese momento debe resultar complicado para todo escritor… en realidad para cualquier creador que ha puesto todo su esfuerzo, cariño y cuidado en aquella obra que un día fue sólo pensamiento. ¿Cómo tomarlo entonces? La verdad, no tengo ni idea, pero hay que reconocer que, dentro de mí, tengo miedo al rechazo. ¿Quién no? ¿Realmente hay alguna persona capaz de prestar oídos sordos a la opinión de los demás? Puede que sí, pero cuando un autor realiza una obra, lo hace dando lo mejor de sí mismo y cuando alguien rechaza de pleno esa obra, rechaza al autor, una parte de sí mismo, de su alma, de su pensamiento y, amigos míos, inevitablemente, eso debe doler.
Por lógica es algo que no tiene solución. ¿A alguien le suena la frase: “no puedes caerle bien a todo el mundo”? Seguro que sí. Y como esta, otras tantas que subrayan el hecho de que cada persona posee unas preferencias diferentes y, por tanto, es imposible que algo guste a todos por igual. Sí a una generalidad, si está en consonancia con esa particular vibración –enigma constante– de sus preferencias, pero no a todo el mundo. Me juego la mano derecha –es un decir, que nadie venga después a reclamarla– a que hasta la más maravillosa de las maravillas es rechazada por alguien en este loco planeta nuestro.
Por tanto, igual que haré yo a la hora de criticar ese tomo que no me ha gustado, os recomiendo algo. Para no herir la sensibilidad del artista –que suele tenerla, además, a flor de piel– sed cuidadosos en el momento de verter vuestras opiniones. Hacedlo, por supuesto, con firmeza y sinceridad, pues todas han de ser bienvenidas –teniendo en cuenta que de todo se aprende–, pero hacedlo siempre “ desde vuestro punto de vista ” o “ en vuestra opinión ” suavizando el impacto y eliminando el calambre visceral que, a buen seguro, hará mella en el autor. Todos lo agradeceremos.
Un saludo.
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Yo creo que hay que
Yo creo que hay que diferenciar entre la experiencia subjetiva y el alcanzar determinados objetivos.
Si un autor se plantea hacer “una historia de acción donde se hable de X”, sus objetivos estarían cumplidos a ese nivel. A nivel de experiencia subjetiva habría gente que vería poca acción, o demasiada superficialidad o X le parecería un tema resobado, etc. Opinando al margen de valorar la intención original.
Digamos que el compromiso del autor es esforzarse por conseguir los objetivos que se marque, la manera en que la gente vaya a valorar lo hecho de forma independiente va a ser algo caótico e impredecible, como la gente misma.
Hola, Darío y gracias por
Hola, Darío y gracias por escribir:
Tienes toda la razón. Lo que está claro es que un autor, siempre, intentará alcanzar esos objetivos que se propone. Lo hará con mejor o peor suerte, pero seguro que siempre lo procurará. Otro tema es cómo se le planteen estos al lector, que valorará la obra desde sus expectativas, midiéndola por su propior rasero y ofreciendo su opinión.
De nuevo, gracias por tu respuesta y espero que sigas visitando el blog de Diario de un Cazador – Linaje.
Un saludo.