Impaciencia

Tengo un sobrino putativo al que le gusta conversar conmigo de cuando en cuando. Creo que disfruta bastante con las frases que le suelto de improviso –y es que, es lo que tiene la edad, que nos va haciendo algo más sabios o, en su defecto, al menos más agudos–. De esta guisa estaba yo cuando le espeté una de las mías: "cada persona entiende la felicidad de una manera, pero si hay algo que todos tenemos en común, es el sufrimiento". Un tanto deprimente, lo sé, pero a él le dio igual. Lo absorbe todo como una esponja. Y esto me llevó a reflexionar sobre las cosas que tenemos en común los seres humanos. Esas por las que podríamos considerarnos similares.

Cuando le dije esta frase, fue precisamente porque la usé en una de mis novelas, claro está pero, además, porque había meditado mucho sobre ella. Y si lo analizamos en profundidad, veréis que no carece de lógica. Las razones que provocan la felicidad en una persona difieren bastante de aquellas que la producen en otra. Para mí, por ejemplo, un sencillo momento de paz es un auténtico logro de felicidad, mientras que hay quien la encuentra en el chocolate, en un amanecer, bailando en una discoteca o en la persona amada. Esto es, cada uno tiene su especial sentido de lo que le hace feliz, mientras que la desdicha suele ser similar para todos. La pérdida de un ser  querido, el amigo que parte lejos, el fracaso sentimental, escolar o profesional… todos ellos suelen ser motivos que nos bajan la moral hasta extremos insospechados.

Por qué os suelto toda esta perogrullada sobre el ser humano y sus diferencias y similitudes. Sencillo. Porque el otro día observé una más que todos solemos compartir en mayor o menor grado: la impaciencia.

Estaba hablando con un amigo que se ha iniciado en un negocio y está yéndole bastante bien, las cosas como son, –máxime si observamos los tiempos que corren– cuando me soltó una frase que, para mí, resumió todo lo que pasaba por su mente en ese momento: “las cosas van tan lentas…” ¿Quién no ha pensado alguna vez algo similar? Yo sí, recientemente además.

Cuando todo va bien, te invade la alegría y olvidas la impaciencia, pero en cuanto tienes un respiro, allá que vuelve la condenada. Cuando Aladena se interesó por mis obras no podía pensar en otra cosa y me embarqué con ellos en este camino compartido. Cuando me ofrecieron tres contratos de golpe, el entusiasmo también me venció y no atiné a pensar cómo serían las cosas. Cuando salió a la venta Diario de un Cazador – Linaje, también me pudo la alegría de ver materializada una de las obras por las que tanto me había esforzado, por las que tanto había luchado para sacar adelante y no pensé en el mañana. Y no, no me entendáis mal, todo sigue impregnado de esa ilusión, de esa alegría, de la sensación de que todo marcha, y sigo sintiéndome parte de la editorial como el que más, pero siempre te gustaría que las cosas fueran más deprisa.

Así, te planteas cómo serían las cosas si contaras con distribución en buena parte de España o en todo el país, ya puestos. ¿Serían muy diferentes? ¿Tendría más o menos aceptación? ¿Venderíamos más? ¿Contaríamos con una mayor difusión?

No lo sé. Desgraciadamente, vidente no soy –todavía–, pero lo que está claro es que, tanto al personal de la editorial como a sus autores, nos encantaría que las cosas fueran más rápido.

En contraposición está el hecho de que nuestro editor está tejiendo el tapiz con inteligencia y buen hacer. Va paso a paso, pero asegurándose de que todo marche como debiera, arriesgando lo mínimo imprescindible, algo que todos le deberíamos agradecer –y le agradecemos, aunque no se lo digamos siempre–. ¿Qué quiere esto decir? Que contra la impaciencia, no nos queda más que tomar las cosas con filosofía. Ya lo reza el dicho popular: “la paciencia es la madre de la Ciencia” –que me gusta un refrán y un dicho, oiga–.

Por ello, reprimamos las ganas de ver avanzar todo a marchas forzadas y celebremos lo conseguido, que no es poco. Todo llegará y, día a día, se lucha para ello, que es lo importante. En otras palabras, “sin prisa, pero sin pausa”. El mañana no puede sino ser más brillante –otra de las mías–.

Y aquí estaremos para comentarlo.

De nuevo, perdido entre mis propias reflexiones, os envío un abrazo a todos.

Enviado por Fran (no verificado) el Mar, 04/08/2009 - 20:03

Vas a crearle un trauma al sobrino!!! ;)))

Ja, ja, ja… Para nada, Fran, la nueva generación viene mucho más dura de lo que parece y siempre es bueno animarles a usar las neuronas para algo más que para jugar a la Playstation 3 o programar el Ipod. Como el buen árbol, hay que dar sombra y proteger para que la nueva simiente no se tuerza y crezca sana y, sobre todo, libre -al menos, de pensamiento-. Esto nos hace, indudablemente, más viejos y añade responsabilidades a nuestra ya apretada agenda, pero es un mal necesario por el que todos han pasado, pasan y pasarán.
 
Un saludo y gracias por tu comentario.