Tenía prometida una pequeña reflexión a un compañero sobre la Feria del Libro de Málaga, pero como tantas otras cosas en los últimos tiempos que atañen a mi vida, llega con retraso, no obstante, ya se sabe: nunca es tarde si la dicha es buena, y ésta lo es, vaya si lo es.
Es fácil dilucidar, sin estar metido en el meollo, que la organización de un evento semejante no debe resultar sino una tarea titánica. Poner en común los esfuerzos de editoriales, libreros y público, aderezado con la puesta a punto de las agendas de los diferentes escritores no es moco de pavo, pero también es cierto que el libro, como en tantos otros aspectos, queda relegado a una posición de hermana fea con la que nadie parece demasiado interesado en bailar. Inclusive con los descuentos que se ofrecen a lo largo de la Feria del Libro de Málaga, el público parece distraído y desinformado sistemáticamente año tras año. Esto me lleva a preguntarme, ¿podría tener una semana literaria la repercusión del Festival de Cine de Málaga, por poner solo un ejemplo? ¿Qué es lo que falla y qué debe ser salvado de cara al futuro? ¿Por qué tanta repercusión del celuloide y nimia, por no decir otra cosa, para el viejo negro sobre blanco?
Para empezar, creo que no existe un compromiso en los medios de comunicación de la ciudad que asegure una cobertura digna del evento. De este modo, un amigo de Fuengirola me expresaba su sorpresa ante el desconocimiento de las fechas de la Feria, así como de los autores que iban a participar en la misma. Si en una población relativamente cercana a la capital de la provincia no llega la noticia de la celebración de estos actos, máxime entre personas interesadas en la literatura, ¿qué podemos esperar? Pues el resultado que hemos obtenido: una Feria del Libro floja, muy floja. Muchos dirán que la crisis pesa, y es cierto, pero no todo es achacable al dichoso periodo de desastre económico que atravesamos. Si radios, televisiones y periódicos no informan de una semana con hondo calado cultural, ¿quién lo hará? ¿Se ha reducido la cultura y la ética profesional, siquiera el orgullo malagueño, a funcionar a golpe de talonario del Ayuntamiento? Si es así, resultaría una verdadera pena, oiga.
Con la cantidad de personajes conocidos que tenemos en la ciudad, ¿tan complicado habaría resultado organizar actos de verdadero interés que pudieran focalizar la atención de las masas? ¿Quién controla y vigila el marketing del libro? Mucho me temo que personas no demasiado capacitadas, y esto último lo afirmo como publicista con cierta experiencia en su haber.
Obviamente, los libreros quieren vender cuanto más mejor. Los autores queremos tener presencia, cuanta más mejor, y lo mismo puede atribuirse a las editoriales. Entonces, ¿cómo se explica que escritores que han cosechado éxitos no tuvieran presencia en la pasada edición de la Feria del Libro? Como autor malagueño puedo comprender que la maquinaria de una editorial poderosa certifica no sólo el éxito de un escritor, sino que asegura su presencia en todos los actos relacionados con su faceta profesional, pero esto me hace preguntarme, ¿qué sucede con los creadores de la ciudad? ¿Alguien se imagina que en Madrid se denostase a los autores de la capital en beneficio de otros traídos de los diferentes rincones de España? De nuevo, puedo entender que al librero le interese tener un nombre reconocido en la caseta de turno, pero cuando ni siquiera autores reputados venden más de diez ejemplares, ¿hay excusa para ignorar a los autores de la ciudad que alcanzan e incluso sobrepasan esas cifras?
Nadie es profeta en su tierra, desgraciadamente, en esto también tendremos que estar de acuerdo, pero me parece francamente vergonzoso, y del todo inexcusable, que escritores malagueños carezcan de representación en la Feria del Libro como confirmación de esa falacia que reza: lo que viene de fuera siempre es mejor. El sinónimo de calidad no depende de las ventas y tampoco del renombre del sello editorial, a la vista está. No quiero levantar ampollas, pero mi compañera Lourdes Fernández y yo hemos vendido lo mismo (y en algunos casos más) que autores conocidos que venían de Madrid o Barcelona. Entonces, ¿hay excusa para que faltasen nombres interesantes por el simple hecho de ser malagueños? ¿No es un contrasentido?
Señores libreros, señores editores, señores organizadores del Área de Cultura del Ayuntamiento, les ruego que en la edición de la Feria del Libro de Málaga del año que viene tengan en cuenta a los escritores de la ciudad. Hay espacio para todos los autores si se pone la voluntad y el esfuerzo necesarios para conseguirlo. También deben replantearse la repercusión y el alcance de la Feria, comenzando por el lugar donde se celebra.
Con el esfuerzo y el cariño de aquellos que compartimos un amor incondicional por el libro, estoy convencido de que las cosas mejorarán considerablemente. Todo es cuestión de proponérselo.
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