Hacía tiempo que no podía ponerme frete al teclado para comentar, analizar u opinar sobre la actualidad. ¡Y vaya si me he perdido cosas…! El mundo está en un periodo tremendamente convulso y las noticias se suceden a velocidad vertiginosa.
Sin embargo, si hay algo que creo que cabe destacar de los últimos tiempos (comencé un análisis en varias entradas hace años) es la jugada de ingeniería social que llevamos padeciendo desde hace años. Me parece especialmente interesante por varios motivos. Uno de ellos es que las verdaderas mentes pensantes se siguen manteniendo ocultos, y apenas podemos atisbar unas pocas empresas (mega-corporaciones en realidad como BlackRock o Vanguard, por poner un par de ejemplos) y algún nombre concreto en primera persona como es el de George Soros, pero que representan sólo las caras públicas de estos grupúsculos que actúan desde la sombra. La segunda razón por la que me interesa tremendamente este asunto es porque veo la resistencia de la población en general, algo que me enorgullece y, lo confieso, me ha sorprendido muy gratamente. Frente a la manzana envenenada de la Agenda 2030 y el mal inherente investido de buenas intenciones, pero convenientemente envuelto en papel de celofán de brillantes colores, estas élites preeminentes se han topado con que la población puede ser masa, por cantidad, pero no es tonta en cuanto a su calidad. El wokismo no deja de golpearse una y otra vez contra una pared de resistencia, bien sea en el ámbito de la literatura, los videojuegos, el Arte, el cine o las series de televisión causando pérdidas millonarias a sus instructores, perros falderos que implementan lo que ordenan sus amos desde la cúpula oscura y que, sin lugar a dudas, mientras pierden el hueso por delante, deben estar aglutinando ingentes cantidades de pienso por la puerta de atrás. Es lo único que explica una tendencia suicida en la industria del entretenimiento.
Por otra parte, algunas empresas han comenzado a comprender que las redes sociales no son necesariamente un reflejo de las opiniones de la sociedad, por mucho ruido que hagan algunos, y que no importa si cuatro imbéciles chillan consignas (eslóganes de camiseta): en el momento en que entras en su juego, pierdes el apoyo de los consumidores que eran tus fieles, en realidad, y quienes apoyaban no sólo con su tiempo, si no con su dinero, tus productos, mientras que los rollizos niñatos protestones no ponen un euro en absolutamente nada.
Visto el panorama y con la llama de la esperanza prendida, entro en materia con una reflexión que se me antoja divertida a la par que bastante clarificadora y es que, repetiré el consabido: La realidad supera ampliamente a la ficción.
Los que me conocen saben que soy un friki de alma y de corazón. Es lo que hay. Soy producto de la cultura pop propia de mi época y además, lo confieso sin rubor, me encanta. Entre mis productos de entretenimiento favoritos se halla la creación maestra de Gene Rodemberry: Star Trek. Como suele suceder entre los que peinamos canas ya y estamos más cerca de la meta que de la salida, sigo prefiriendo los clásicos. Probablemente, la elegancia, prestancia y delicadeza que el creador y su equipo instaló en las primeras series no sea comparable a lo que se está manufacturando hoy en día, pero han dejado curiosidades muy interesantes con el transcurso de los años en esta franquicia de ciencia ficción.
Uno de los elementos más aterradores, desde mi punto de vista, llegó a Star Trek en la década de los noventa.
Si bien hasta ahora habíamos tenido a los salvajes guerreros klingon, a los sibilinos y peligrosos romulanos, a los persistentes andorianos, incluso amenazas extrañas y ajenas que de vez en cuando ponían nuestros pelos de punta, sin lugar a dudas, cualquiera de ellos palidecería ante la llegada de El Colectivo Borg. ¿Qué es lo que convierte a los borg en el terror definitivo? Hay varios factores, pero uno principal que tiene mucho que ver con su propia denominación: la pérdida de la individualidad. El Colectivo Borg avanza implacable desde el Sector Delta de la galaxia, mitad humanoides, mitad seres sintéticos. Lo que viene siendo un cyborg de los de toda la vida, combinando partes orgánicas e inorgánicas. Estos millones de individuos poseen una mente colmena que los conecta a través de unos implantes corticales y se hallan a merced de la Reina Borg, la mente primaria, que ejerce un control absoluto sobre el resto de la colmena. El símil vendría a ser más o menos una versión de una colmena de abejas, aunque con bastante menos bonhomía. La reina abeja ejerce el control y se reproduce mientras que los zánganos están a su servicio, desempeñando diferentes tareas. Aquí encontramos a la Reina Borg y a los drones, que vienen a ser estos zánganos. Todos los borg tienen acceso a una suerte de archivos akáshicos aprendiendo automáticamente de la experiencia de los millones de individuos que pertenecen al colectivo. Además, tienen una capacidad adaptativa casi instantánea que suele poner en apuros a los mejores miembros de la Flota Estelar.
Para finalizar, los borg se reproducen asimilando a nuevos miembros humanoides de otras especies, insertándoles los implantes que les unirán a la mente colmena y aquellos que les permitirán cumplir de la mejor manera posible con sus nuevas tareas en beneficio del colectivo, siempre bajo el eslogan de que “La resistencia es fútil”.
Ay, querido lector, me conoces demasiado bien y ya estás viendo por dónde voy y hasta dónde quiero llegar, ¿verdad?
El Colectivo Borg avanza asimilando a sus rivales y su peligro real, el terror que provoca en el espectador se basa esencialmente en que, cuando eres asimilado pierdes tu individualidad. ¿Os recuerda a algún colectivo de este otro lado de la pantalla? Quizá esta sea una de las razones por las que los regímenes totalitarios siempre buscan colectivizar, siempre buscan eliminar el libre pensamiento, siempre buscan homogeneizar cuando, como individuos somos únicos, independientes e irrepetibles. Hermanarse siempre; colectivizarse jamás. Huid de los colectivos. Huid de cualquiera que desee convertiros en una gotita de un océano. Huid de quien pretenda convertir su pensamiento único en el grito que salga por vuestra garganta. Huid. Porque aunque el Colectivo Borg lo esgrime como parte de su propaganda, la resistencia nunca es fútil. La resistencia es todo cuanto nos queda para seguir siendo únicos; maravillosamente únicos.
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